Pienso, luego escribo

Para ser sinceros, esta es la segunda vez que veo Intocable, un filme francés que se estrenó en 2011 y que obtuvo un éxito rotundo. Y las dos veces que la he visto me ha encantado. 

Es una de esas películas que sabe contarnos una historia triste, pero llenando los huecos de dramatismo con humor y un mensaje de positivismo. Además, está basada en hechos reales. 

La cinta comienza con un plano de un hombre negro que conduce a gran velocidad y que lleva a su lado a un tetrapléjico. Les persigue la policía, pero lejos de preocuparse, los dos hombres ríen y apuestan por lo que pasará a continuación.

Creo que es fácil suponer de qué va exactamente este relato. ¿De muerte? Sí ¿De entierros? Sí ¿De gente a la que entierran viva? Sí.

Es un tema muuy macabro, creo que todo el mundo estará de acuerdo en eso. A mí personalmente me puso los pelos de punta, y creo que más que las anteriores narraciones, porque por más que sea este relato está basado en hechos reales. Es decir, no es que Poe (o yo no tengo esa información, vaya) haya sido enterrado vivo, pero en esta escalofriante historia nos habla de una enfermedad, de una catalepsia que provoca una ensoñación que se puede prolongar durante tanto tiempo que terminen dándote por muerto. 

Y cuando despiertes, comprobarás con horror que tus ojos aún siguen viendo oscuridad, y que te encuentras atrapado bajo una prisión de tierra. 

Decía que este relato es en cierto modo verídico, pues en la época del escritor eran frecuentes los casos en los que enterraban viva a la gente por culpa de esta enfermedad. A mí de solo imaginarme la situación, me entran un mal cuerpo y una psicosis impresionantes.

Como es común, el relato está en primera persona, aunque digamos que no es el protagonista el que es víctima de un entierro prematuro, sino de su grandísimo miedo a despertar un día tras un ataque de catalepsia y descubrir que está en un ataúd a merced de la desesperación...

Esta vez nos encontramos ante un relato policíaco. En él, se nos presenta a Dupin y a su compañero, quienes realizan una serie de investigaciones en torno al terrible asesinato de Madame l'Espanaye y su hija Camilla. No obstante, los protagonistas de esta historia no son policías profesionales, ni mucho menos, sino hombres (en especial Dupin) con una capacidad deductiva sin igual y un gran sentido de la observación quienes ofrecerán las pistas más claras para revelar quién es el auténtico culpable... y sorprenderse con la respuesta.

Publicado en 1985, El perfume, obra de Patrick Süskind, fue un éxito de ventas rotundo, un éxito que hoy en día lo ha convertido en una lectura muy popular y casi obligatoria. Tras tanto hablar de esta novela y de la película realizada en 2006, me aventuré a darle una oportunidad. Y la verdad es que tengo sentimientos encontrados con este libro, porque me gusta, y a la vez no. 

La historia tiene como protagonista a Jean-Baptiste Grenouille, un ser extraño con un don único en el mundo: un sentido del olfato hiperdesarrollado que le permite oler hasta el alma de las cosas. 

Y las dos últimas... pues... tienen cosas que no me convencen. De ellas hablaremos más adelante.
En los años siguientes, un hecho que conocemos incluso sin haber leído la novela es que Grenouille se convierte en un asesino, y en relación a ello, me parece que la historia está muy bien narrada. Es decir, desde que se explican los motivos mismos de por qué mata y cómo se desarrollan los hechos a partir de entonces me gustan, fue cuando más inmersa estuve en la lectura. Un punto clave del perfume es la descripción, no solo de los sucesos, sino de algo mucho más "volátil": los olores, los cuales se describen de forma magistral, sobre todo porque es muy difícil expresar con palabras algo que solo se aprecia por el olfato. Como digo, en ese sentido la narración está muy bien lograda.

Todos conocemos la figura del príncipe azul y la extensión que este concepto alcanzó incluso hasta nuestros días. Cuando pensamos en dicho príncipe, nos imaginamos a un joven apuesto, caballeroso, valiente, y dispuesto a salvar a su princesa aunque le cueste la muerte. También se refiere a ese concepto de "hombre modelo" con el que sueñan muchas mujeres, el cual supongo que la mayoría sabrá, no es más que una gran fantasía, una ilusión inexistente (y esta frase si mala baba, ¿eh?). 

Pero, ¿por qué el príncipe tiene que ser azul, y no verde, por ejemplo? Todas las fuentes (Wikipedia, básicamente) apuntan a que este color va en relación con la realeza y otro término muy conocido: la sangre azul. En un origen, se creía que los reyes tenían la sangre de este color debido a su escasa exposición al sol, a la blancura de su piel, casi translúcida. En contraste, eran los campesinos, los trabajadores del campo, quienes presentaban un color más oscuro, debido a los trabajos que tenían que realizar. 

No obstante, la Wikipedia afirma que dicha expresión se popularizó "a raíz de la canción cantada por la protagonista de la versión de La bella durmiente animada por Walt Disney (1950)." 

Dejo el enlace aquí al artículo. 

Si hay un sentimiento que detesto, es sin duda la melancolía. La melancolía, a diferencia de la rabia, el dolor, la tristeza o cualquier otro sentimiento, se instala sin previo aviso y sin dar cuentas a nadie. Con la rabia puedes gritar, y con el dolor y la tristeza llorar, pero, ¿qué haces con la melancolía? Es una sensación indefinida, inconsistente, que se siente, pero que no tiene forma, ni motivo aparente. 

Viene, tan solo viene a recordarte que existe y que es capaz de provocarte ese extraño sobrecogimiento en algún lugar de tu cuerpo, o de tu mente. 

A veces, o casi siempre, me pilla por sorpresa, a mí y a mi corazón, al que aplasta con tal crueldad... Pero ella se hace la inocente, no rinde cuentas a nadie y además exige ser el centro de mis emociones.

¿Con qué derecho, melancolía? Como cabe esperar, no me da ninguna respuesta. Sigue aquí, conmigo, eso sin dudarlo, pero calla, sabiendo que así hace más daño, que el silencio o la incertidumbre duelen incluso más. Sí, digamos que hoy brindo por la melancolía, pero con la clara intención de que se acabe, de que se vaya, que se desprenda de ese trocito de alma al que puede hacer jirones. 

La melancolía sigue sin responder...

"[...] Teníamos pájaros, peces de colores, un hermoso perro, conejos, un monito y un gato.

Este último era un animal de notable tamaño y hermosura, completamente negro y de una sagacidad asombrosa. Al referirse a su inteligencia, mi mujer, que en el fondo era no poco supersticiosa, aludía con frecuencia a la antigua creencia popular de que todos los gatos negros son brujas metamorfoseadas. No quiero decir que lo creyera seriamente, y sólo menciono la cosa porque acabo de recordarla."

En este relato Poe hace de lo sobrenatural el principal elemento. Como cabe esperar, esta historia nos cuenta un hecho sobre la antigua creencia de que los gatos negros estaban relacionados con las brujas y el diablo. De nuevo, tenemos un narrador en primera persona que nos cuenta no solo sobre sus mascotas, sino también sobre su carácter, que se volvió más amargo y cruel con los años. ¿Y qué importancia puede tener esto? Pues debido a sus cambios de humor y a su creciente irritabilidad, el protagonista confiesa haber sido el autor de la muerte de su gato. Se trata de un asesinato gestionado por el odio, por la maldad en sí misma, y por un no disimulado disfrute. 

Si tienes un gato en casa, sabrás que son una especie de bolas peludas que aman dormir, comer... y jugar, pero en contadas ocasiones. 

Son egocéntricos y parece que el único interés que tienen en ti está en relación con la comida (sí, esos adorables maulliditos y ronroneos no son más que una maravillosa actuación para conseguir alimento). 

Pues en este breve cómic Matthew Inman hace un retrato de estos pequeños felinos, en realidad criaturas pérfidas y calculadoras que en cualquier momento pueden estar planeando la destrucción de la Humanidad... Todo por supuesto desde el humor, un humor que te gustará si tienes como mascota a uno de estos adorables animales. Porque sí, es cierto que son interesados, estirados y muchas veces antisociales, pero ni todos esos "defectillos" te impiden sentir un gran cariño por ellos.

Las lágrimas de San Lorenzo es la última novela publicada de Julio Llamazares, un autor que me conquistó con su aclamada obra La lluvia amarilla.

Si hay algo que realmente me gusta de este escritor, es su estilo personal, tan intimista. Todas y cada una de sus palabras están plagadas de nostalgia, de un gris casi palpable, de una tristeza tangible. 

Cuando comencé esta lectura, pensé en encontrarme con ese Llamazares tan poético de la primera novela, pero en seguida me di cuenta de que, aunque se sigue manteniendo la melancolía, el tono narrativo es mucho más sencillo. No, no significa que antes su prosa estuviese llena de florituras o frases pomposas, sino que la esencia de esta última novela es distinta.

Como digo, hay melancolía, pero no se expresa de la misma forma.

Mido 1,55 cm, y aunque hace ya mucho tiempo que no me mido, dudo mucho que dicha cifra haya aumentado. Sin embargo, la altura nunca fue el complejo que más me atormentó, precisamente. 

Independientemente de eso, me gustaba llevar tacones cada vez que había una fiesta. Sí, me gusta arreglarme y soy bastante coqueta (todo dentro de un límite, por supuesto), y como digo me encantaba usar tacones, altos, claro, no olvidemos que mido poco más de metro y medio. El caso es que después de estar horas bailando y yendo de pub en pub, al final de la noche el dolor se tornaba insoportable y era casi imposible andar... pero no por ello dejaba de usarlos.

Palabra para describir las sensaciones que transmite este relato: sobrecogimiento. ¿Y qué es el sobrecogimiento? Según WordReference, es la "Fuerte impresión o sobresalto que causa una cosa". 

Mensaje hallado en una botella es la historia del manuscrito de un hombre que nos cuenta desde su propia voz las terroríficas imágenes que ha presenciado.

¿Se tomaría a mal si dijera que no me gusta mucho Gabriel García Márquez? No, no es que no me guste él como tal, quiero decir que es su estilo personal, su forma de narrar, de contar las cosas, la que no me convence. ¿El motivo? Pues no lo tengo muy claro, la verdad. Simplemente no me apasiona, y soy consciente de que muchos afirman que su esencia está en su maravillosa manera de contar.

El caso es que, después de Cien años de soledad (libro que debería volver a leer, pero no sé si sería capaz) decidí darle una oportunidad a El amor en los tiempos del cólera, obra que lleva ese sello personal del escritor colombiano.

Esta es la historia sobre un triángulo amoroso, en el que el perdedor por excelencia será Florentino Ariza. Durante la segunda mitad del siglo XIX, este hombre conoce, ya de joven, a la mujer por la que perdería la cabeza y a la que esperaría durante toda su existencia: Fermina Daza.

No obstante, este primer amor puro y pasional termina por asfixiarse con el paso de los años, no por parte de Florentino, sino por Fermina, quien pronto descubre que sus sentimientos por el joven eran una quimera, una ilusión de juventud, y con quien le corresponde casarse en realidad es con el médico del pueblo, Juvenal Urbino, un hombre de mundo y cultura. 

Como se comentó más arriba, Florentino Ariza se convierte en el auténtico mártir de esta historia, pues ni todas las mujeres del mundo conseguirán borrar el recuerdo y el dolor del amor de su vida. 

Kill Bill es un ejemplo estupendo de exceso. Sí, sé que es una película del queridísimo Tarantino, pero siempre que puedo soy objetiva y hago una crítica de X producto sin importar que el autor del mismo esté considerado un maestro de su arte.

Palabrería aparte, Kill Bill no me gustó. Es decir, es una película muy bien hecha, pero no por ello buena. Se supone que es la historia de una venganza y de duelos al estilo samurai, pero la cinta parece reírse de sí misma, se le pierde toda la seriedad en más de una escena y la mayor parte de las imágenes son lo que se llama popularmente fantasmadas. No puede haber nada peor para mí que una historia que no me crea, y más aún si pretenden hacerme creer cosas claramente imposibles. 

Sin duda mi favorito de los de Poe. El corazón delator es un relato breve, pero muy intenso. Ah, una ADVERTENCIA: no voy a desvelar el final, pero sí resumiré con bastante detalle tanto este como los demás cuentos, por tanto, a lxs que no  lo hayáis leído y queráis mantener el factor sorpresa, os recomiendo no seguir leyendo. Si hay algo que fastidia mucho son los spoilres, y lo último que quiero es ser culpable de uno. Dicho esto, continuemos:

Para practicar y mejorar en mi comprensión lectora en inglés, me compré una antología de relatos en versión original de Edgar Allan Poe, un autor que siempre me ha atraído y para el que nunca encontraba tiempo. Pero por fortuna encontré en una estantería esta recopilación de relatos de la que os hablo, y he decidido que, en vista de que reseñar un libro de este tipo es más bien complicado, voy a dedicarle un especial llamado Desglosando un relato, en el que analizaré con detalle algunos de sus cuentos. 

Antes de ello, me gustaría hablar un poco de la vida de este misterioso escritor, una vida que según afirman no fue nada fácil. Edgar Allan Poe nació en 1809 en Boston (Estados Unidos). Sus padres murieron  cuando era niño, y fue adoptado por un matrimonio de Virgina. No obstante, las relaciones con su padre adoptivo eran problemáticas, hasta el punto de que éste se negó a seguir pagando sus estudios universitarios. Poe entró en el ejército y contrajo matrimonio, y sus adicciones al alcohol y las drogas lo llevaron finalmente a la muerte en 1849. 

He decidido unirme yo también a este original cuestionario sobre literatura. Ya lo había visto en algunos blogs, la última vez en el de Bettie, así que me animé yo también. Sin más dilaciones y con la mayor brevedad posible, allá vamos: