Cuando el amor te vuelve idiota: Travesuras de la niña mala

No sé si es que debido al noviazgo de Llosa con la Presley (sí, nada más y nada menos; quién lo iba a decir) en mi subconsciente se activó algún tipo de mecanismo que me guió automáticamente a esta novela, la cual me había producido algún que otro trauma de preadolescente. Normal, qué se puede esperar de una historia en la que el protagonista, enamorado hasta las trancas no de una niña mala, sino de una reverenda cabrona, de una auténtica femme fatale, describe con lujo de detalles una escena erótica en la que clítoris y lenguas se aúnan en un festín de desenfrenado placer. No era nada personal, pero como comprenderás, por aquella época de incertidumbre hormonal la palabra sexo aún me provocaba incómodas dudas y temores, y leer aquellas tórridas descripciones me precipitó con cierta brusquedad a un mundo hasta entonces desconocido para mí. 

De esta guisa me imagino yo a la mujer
sin corazón de esta historia

Se podría decir, entonces, que Travesuras de la niña mala fue mi primer contacto con el soft porn. O no, creo que estoy exagerando...
Lo que sí es cierto, es que tras la lectura de esta novela, descubrí que el amor puede volverte un completo idiota. Y si no, que se lo digan a Ricardito, el protagonista anteriormente mencionado, a quien por cierto terminas cogiendo cariño y por quien acabas sintiendo también una especie de triste empatía. Sí, a pesar de que por momentos te entren ganas de fundirlo a collejas por ese sempiterno masoquismo, esa bondad rayana en la imbecilidad y ese enamoramiento sin caducidad, no puedes evitar entenderlo y sentir, cuanto menos, pena por él. 

El amor nos hace tontos y ciegos, y la clara prueba de ello está en ese niño bueno que nos cuenta con entusiasmo y añoranza las vicisitudes de una vida enteramente dedicada a una mujer que no lo amaba, ni lo amaría nunca. ¿Lo peor? Que Ricardo es completamente consciente de su estupidez, pero le importa una mierda, porque por alguna extraña razón, ese amor lo hace feliz. 

Travesuras de la niña mala me ha hecho renacer con esta segunda lectura, la definitiva. He disfrutado enormemente de cada parte de esta historia mitad fantasía, mitad realidad, pero sobre todo me he quedado perpleja al descubrir que todos nos parecemos de una forma u otra al niño bueno, puesto que nos empeñamos en aferrarnos a personas y/o cosas que, aun a sabiendas del daño que nos causan, no queremos soltar. 


Quiero creer que no existen personas tan masoquistas, tan bobaliconas como el niño bueno. Cuántas veces habré pensado “¡pero hazte valer, hombre de dios!”, cada vez que la niña mala, ese personaje tan egoísta, frío y ruin (y joder, tan realista que produce escalofríos) aparecía para escupir una vez más en la desgastada dignidad de su fiel enamorado. Pero ella sabe, tan bien como nosotros, que Ricardo, que más que bueno, IMBÉCIL, volverá a caer, sin pena, pero con mucha, mucha gloria, a los pies de su retorcida amada. 

Chapeau! por Vargas Llosa y por esta novela que hoy me ha vuelto a marcar. Desde ahora le dedico mi admiración como escritor, y espero volver a disfrutar en breves de otra de sus irónicas travesuras literarias, para que no se me olvide eso de que los seres humanos tenemos esa puñetera costumbre de hacernos innecesariamente infelices, porque sí.

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2 comentarios:

  1. De Vargas Llosa leí La tía Julia y el escribidor, y me encantó. Y con esta novela me has puesto los dientes largos, la tendré muy en cuenta.
    Saludos :)

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  2. Lo leí hace unos años y me gustó mucho.
    Abrazo!

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